Cuando volví a la ciudad después de vivir 10 años en una aldea, fue la primera pintura que hice. Refleja el poder de la mujer, su firmeza y determinación, en equilibrio con su expansión, con su genuina naturaleza, ancestral y cósmica.
En colores tierra, azules, blancos, amarillos, todo su tronco y su copa es color rosa fuerte.  Nos muestra su capacidad de enraizarse y de fluir con los elementos.  Mientras crece con sus brazos abiertos como las ramas del árbol hacia arriba.

Vestir esta prenda es algo muy especial.