Me quedaré mirando cómo pasan las nubes, aunque hoy el cielo sea azul y el sol brille con mucha fuerza.
Vaya con lo bonito que está el día y aquí estoy yo sentada esperando a que pasen nubes, porque me habré dicho esta insensatez.
La promesa
Érase una vez que era una niña rápida y veloz, vivaz e inquieta, me comía el mundo con la mirada, había nacido con esa particularidad. Encontraba fascinación en todo, en todos y a todas horas;
Como es normal pasaba mucho tiempo explorando las pequeñas cosas, como las formas que tenían las manchas de los baldosines del cuarto de baño en una de las casas de mi infancia.
Ahora me acuerdo que también exploraba en la obscuridad, en otra de las casas de mi infancia, creo que desde debajo de la cama.
Quizás eso no sea del todo normal, cuando puedes explorar la obscuridad en cuanto se va el sol y llega la noche.
A lo mejor, ¿había algo que me molestara y me ocultara? Supongo que en la infancia nos molestan los adultos con sus bajezas, no entienden lo importante que es la imaginación y el poder que tienen los sentidos cuando estas explorando el mundo por primera vez.
Quizás ahora me encuentre suspendida en este instante queriendo reunirme sólo conmigo misma, ¿que importancia tiene si hace un sol brillante?, ya no me gusta como antes, ahora quema.
Sin embargo las nubes fluyen, acontecen, desaparecen, me hacen imaginar formas, me ayudan a respirar, así que seguiré esperando que lleguen, aunque esto sea una insensatez, los adultos se pasan la vida prometiendo cosas que luego dejan de hacer por otras, ¿te has parado alguna vez en mitad de un tumulto de gente, sólo para sentir el movimiento?
Hay que ser valiente, contentarse con ese único sentido.